El espectacular paisaje y los tratamientos con aguas, fangos y algas de vertientes naturales en un centro termal único.
Las termas del país, cada vez más visitadas, surgen en diferentes paisajes. Las Termas de Copahue, Neuquén, suman una serie de particularidades que las convierten, sin exagerar, en un espacio termal único.
A 18 kilómetros del centro de esquí Caviahue, en la cordillera neuquina, Copahue se asienta en una olla volcánica. Desde esta depresión, rodeada por una cadena montañosa no muy elevada, se ve la imagen madre del paisaje: el volcán Copahue. Activo y alerta, cada tanto lanza una columna de humo.
El paisaje de esta localidad de 300 habitantes -todos transitorios, pues el pueblo se abandona a la nieve desde el otoño hasta noviembre- es cuasi fantasmal. Un centenar de casas con base de piedra y paredes de madera, con techos a dos aguas, intercaladas con pastizales y donde brotan hilos de aguas grises y se abren pequeñas bocas por las que el subsuelo respira vapores. El efecto es extraordinario, y uno empieza a comprender que camina sobre una verdadera caldera volcánica.
El pueblito, simpático, no sorprende por su lujo ni por sus casas cuidadas, como si sus habitantes se rindieran ante la belleza del contexto:pequeños hilos de agua descienden por las laderas y tiñen las piedras de un color azafranado o rojizo, virtud que abrigan esas aguas misteriosas que surgen por todas partes.
Baños y tratamientos
La actividad gira alrededor del gran centro termal, un emprendimiento del gobierno de la provincia que seduce desde su estructura, el aprovechamiento de los recursos y la amabilidad de sus empleados. Esta gran estructura de 10 mil m2 -de los cuales 6.000 corresponden al edificio principal y baños externos y el resto a lagunas al aire libre, fumarolas y hervideros-, es el alma viva del complejo.
La Laguna Sulfurosa es una gran piscina que contiene lo que allí surgía naturalmente: un barro gris de vapores inquietantes y olores penetrantes. Esta laguna provee el barro sulfuroso, uno de los “milagros” de las termas. Allí, a casi cien grados, se “crían” fangos que se usan para tratar dolores articulares, reumáticos y musculares, y para enfermedades respiratorias. Y también de allí salen las aguas sulfatadas que se usan en baños de vapor y de inmersión.
La laguna Sulfurosa provee el barro sulfuroso que se utiliza en las termas.
Estos fangos se usan en tratamientos individuales en consultorios, o se aplican en un baño colectivo:en una suerte galería techada con sectores al aire libre, las personas se aplican con gusto esos barros oscuros, calientes y suaves sobre su propio cuerpo. Luego se secan al sol y se meten en la Laguna del Chancho, con su agua particularmente beneficiosa, a unos 35 grados y con resabios de azufre.
Al lado, en la pequeña Laguna de los Callos, una mezcla de aguas sulfatadas y bicarbonatadas calma dolencias de los miembros inferiores. La gente se sienta en el borde y hunde sus pies en un agua que suele superar los 35 grados.
Al otro lado de la Laguna Sulfurosa aparece una sorprendente Laguna Verde. Coloreada naturalmente por algas que se cultivan a altas temperaturas, contiene líquidos sulfatados, cálcicos y sódicos que son un bálsamo para la piel. Renueva y regenera la epidermis, más allá del placer que implica sumergirse en sus 27 grados. También se usa para baños de inmersión, hidromasajes y masajes subacuáticos. Son muy requeridos para tratamientos de belleza con aplicación de mascarillas de algas.
Nota: Diario Clarin